TAL VEZ ESO LO HAGA POLÍTICO

Por Lázaro Benítez Díaz

Introducción al gesto: no es una bomba lo que tengo entre mis manos

En el 2018 tuve la oportunidad de participar en el 38 Festival Montpelier Danse, en esa edición el contexto se respiraba tenso, el festival había programado a la Batsheva Dance Company (compañía israelí dirigida por Ohad Naharin) que presentó la obra Canine Jaunâtre 3, coreografiada por Marlene Monteiro. La decisiòn de invitar a esta compañía y a varios coreògrafos israelíes no fue bien recibida por la comunidad de Montpelier que defiende la soberanía del territorio de Palestina, por lo que durante los días del festival se sucedieron varias acciones políticas que pusieron en jaque el desarrollo de Montpelier Danse.

Photo: Philippe Murcia

En esa misma edición se presentó Paul Pi, artista y coreògrafo brasileño, con su espectáculo titulado Alexandre, una obra íntima y poética que conmovió a toda la sala. Al finalizar la pieza, en medio de la ovación de aplausos, Paul Pi regresó con un cartel en sus manos, donde se leía: “Lula livre”.

Ese gesto de Paul que emerge de su contexto geográfico-polìtico en medio de lo que vivía dentro del festival donde tenía que atravesar círculos policiales que detenían el paso de los manifestantes en favor de Palestina y contra las representaciones israelíes (donde denunciaban el cinismo de los representantes de gobierno francés y su postura ante la decisión del festival de invitar una importante representación israelí al Festival), me estremeció de pies a cabeza. Por lo que no era un gesto aislado, era un gesto político dentro de otro, por ello resonaba tan fuerte en mi actitud física-corpèorea.

Ese gesto de Paul, me impulsó a cuestionarme el valor del arte y la importancia de que existan los artistas en el mundo.

Qué valor tiene el arte y sus artistas en tiempos de crisis? Tendrá una trascendencia el gesto político del arte fuera de las paredes que encierran el acto? Esas dos interrogantes vuelven una y otra vez, sobre mi.

En el 2017, el investigador y creador mexicano Javier Contreras, presentaba como parte de la muestra artística del Primer Encuentro De la memoria fragmentada, su obra Pues sì… Un recorrido deconstructivo de las masculinidades hegemónicas, donde nos mostraba un cartel que tenía escrito: “¿Declarar el amor es una acción política?”. Esta interrogaciòn me impulsò a pensar las fronteras teóricas, subjetivas, físicas y epistemológicas de lo político.

Volviendo al 2018, en Centro Nacional de la Danza de Paris pude observar la pieza Dance if you want enter to my contry del performer japones Michikazu Matsune, donde construía una genealogía de la frontera política y las diferentes formas de subvertirla. En la escena aparecía un cartel donde se podía leer: “I’m a dancer not terrorist”. Esa fue la respuesta de uno de los bailarines de la Alvin Ailen American Dance Theater, cuando en el 2000 y algo, un oficial de migración le exigió que bailara para demostrar que era un bailarín y no un posible terrorista.



La necesidad de volver al gesto político

Hace mucho tiempo entendí que una obra no era lo que sucedía en la escena durante 45, 60, 90, 120 minutos. Entendí que la obra comienza desde antes, se multiplica en el momento presente en tanto producimos convivio, en tanto hacemos presencia, en tanto cohabitamos juntos el mismo lugar. El festival de la Bâtie me confirma esa idea, ahora que se exige el distanciamiento físico, que se deben cumplir varios protocolos de sanidad, ahora que lo más seguro para preservar nuestras vidas es quedarse en casa.

El festival de la Bâtie se realiza en Ginebra, Suiza. En medio de una geografía acomodada entre montañas, lagos, microbosques y grandes edificios grises. Una ciudad donde los cisnes son parte del ambiente festivo de una boda y las ratas caminan discretamente luego de la media noche, para no ser vistas.

El festival de la Bâtie abrió sus puertas con el espectáculo Misericordia de la siciliana Emma Dante. Una obra que cuenta la historia de tres prostitutas que han compartido sus vidas entre la crianza de Arturo y el trabajo de las noches. Arturo es el hijo de una de sus amigas que fue asesinada por un cliente.

Arturo nació luego de la golpiza, fue el fruto de la tormenta de puños que su padre le diò a su madre y por ello nació con discapacidad. Misericordia tiene los bordados de una mujer sabia en estructuras corales, coreográficas y capaz de poner la realidad más cruda frente a nosotros, como un plato se sopa caliente en un frío invierno y hacérnosla beber hasta que no quede gota.

Al final del espectáculo, uno de los miembros de la compañía leyó una palabras que escribiera Emma Dante para la ocasión, dado que ella no pudo llegar. Emma habló de la realidad que se vive en el mediterráneo con la migración forzada de África y Libia, habló de la travesía que sufren los migrantes y de las condiciones a las que se ven sometidos durante ese trayecto.

Antes de que la obra comenzara y cumpliendo los protocolos que se deben realizar para poder participar de un convivio en tiempos de COVID, nuestras entradas estaban duplicadas, por lo que otras dos personas también tenían nuestros asientos, así que las muchachas del festival nos buscaron otros lugares.

El protocolo que se lleva a cabo, para poder quitarte la máscara durante la función, se basa en sentarte al lado de la persona con la que vienes y que ambos queden a una distancia de un asiento, de la persona que le correspondería al lado tuyo. Sin embargo, a nosotros nos tocó romper con ese protocolo y sentarnos sin ese asiento de distanciamiento, lo que nos obligaría a permanecer con la máscara puesta toda la función. Para mí no era un problema, pero para la mujer que le tocó sentarse a mi lado, la cuál no conocía, lo fue. Mientras duró la obra, no dejó de realizar gestos para demostrarme su incomodidad con mi presencia a su lado.

Luego de la lectura de las palabras de Emma Dante, intervino la asociación S.O.S Mediterráneo que se ha ocupado del acompañamiento de personas que forman parte de ese éxodo masivo, lanzàdose en esa compleja travesía por mar. La mujer que estaba a mi lado resistió casi hasta el final, hasta que en un momento salió del asiento y se sentó en los escalones del pasillo. Escapaba de mi presencia como si esta fuera un virus, yo personificaba su miedo, y para ella eso era insoportable.

Y ese momento me permitió, por primera vez, sentir que es el rechazo, que es ser lo otro y no el otro. Al finalizar todo, la mujer le explicaba al director del festival lo conmovida que se encontraba luego de vivir la obra. Y mientras caminaba de regreso a la casa, mientras veía los carteles que mostraban una sociedad de hombres y mujeres blancos, muy distante de la diversidad que se vive en las calles de Ginebra, mientras intentaba entender al franco suizo y el lavado de dinero, y a la mujer que estaba a mi lado, pensaba en qué hubiese sentido mi YO si fuera un emigrante del mediterráneo que fue invitado a ver la función y le tocó sentarse al lado de esa señora, qué sintiera mi YO si la sociedad que muestran los carteles a su alrededor no es la que vive cuando llega a su casa, cuando va a la escuela. Pensé en la cara oculta de la hipocresía social y sus múltiples presentaciones.

Nací en pleno período especial. Justo en el momento donde los ahorros se habían agotado y las estrategias se comenzaban a poner en práctica. Nací en un momento duro, complejo. Nací asmático, con una espina bífida oculta. Soy el resultado creativo de mis padres, que creativamente intentaron escapar a la crisis construyendo un amor de telenovela brasileña. Tengo una herencia ancestral que trato de descubrir armando mi árbol genealógico. Soy el resultado de un pueblo que ha sufrido el silencio histórico de las hegemonías poderosas, de la hipocresía del voto y de las Naciones Unidas.

Nos ha costado mucho la soberanía, nos ha costado sangre, nos ha costado fronteras, familias, tiempo.

Esta mañana, me levanté. Abrí mi laptop y escribí cinco palabras, las llevé a imprimir, caminamos durante 30 minutos. Y ahí, frente a la sede de las Naciones Unidas me hice la foto, frente pasaban varios carros donde sus pasajeros leìan lo que se escribìa en mi cartel: “Fin del bloqueo a Cuba”. Y cuando me tomé la foto pensé en el gesto Paul Pi, Javier Contreras, Michikazu Matsune y el bailarìn negro de la Alvin Ailen. Pensé en la mujer del teatro, pensé en la corriente que debe ahorrase y que no permite a Freddy Nuñez (director de Teatro del Viento) continuar con su temporada. Pensé en las colas y colas de pollo, de jabón de baño, pasta dental, papel sanitario. Pensé en una vacuna. Pensé en mi familia y en otras familias. Pensé en levantarme un día sabiendo que no hay un bloqueo, y que podemos construir una tierra mejor.

Escribiò Laurance Louppe: la partitura, aunque encontrada, es elocuente: ella es el producto de una actividad cultural especìfica, de una construcciòn, de un juego extremadamente sabio, de puntos de repeticiòn multiplicados. Mi gesto no va a cambiar al mundo pero me ha cambiado a mí, y tal vez, de la oportunidad de cambiar otras cosas. No creo que sea parte de un acto político, es un gesto resultado de acumulaciones de gestos y tal vez eso lo haga político.







Comentarios

  1. Muy interesante la reflexión. Vale la pena volver la mirada ante la dimension social e ideológica de la cultura, a tenor del contexto y el proceso Politico social concreto. Las problemáticas globales, que han incluido nuevos fenómenos muy bien caracterizados por Benítez, profundizan, explicitan hoy más que nunca, como el arte revela siempre la realidad y en particular las de caracter político en la contemporaneidad. Gracias

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