Por Graziela Pogolotti
Cuando José Martí definió el «ejercicio del criterio», se estaba remitiendo al origen más remoto del concepto de crítica. Para los griegos, se trataba de establecer las bases para discernir la necesaria búsqueda de la verdad mediante un instrumental analítico. Nunca neutral, se fundamenta en una perspectiva filosófica y se proyecta hacia el diseño de una sociedad en función del desarrollo humano. Ese propósito anima la inmensa obra periodística del Maestro.
En la preparación y desarrollo de la Guerra
Necesaria habría de estar, para José Martí, el germen de una República «con
todos y para el bien de todos», con participación de los pinos nuevos, del
sector obrero en crecimiento y con una noción de cubano que incluía en
igualdad de condiciones, al blanco y al negro. Sabía también que la conquista
de la soberanía nacional implicaba la asunción del destino común de las
Antillas y de la América Latina toda. Su práctica periodística se orientó a
definir esos contextos. Subrayó, por ello, nuestras especificidades y los
peligros que nos amenazaban. Delineaba de esa manera, los signos identitarios,
reconocibles también en su examen de las expresiones de las artes y las
letras que aparecían en Cuba. De clara intención programática, su ejercicio
crítico anotaba luces y sombras, pero el enfoque no dejaba de remitirse a una
perspectiva integradora.
Válida cuando estaba fraguando la nación, la
perspectiva crítica martiana es imprescindible en la actualidad. En un mundo
mucho más complejo, las formas de dominación han adquirido un grado extremo de
sofisticación. Sin descartar el empleo de la fuerza mediante la acción
combinada de las armas y las represalias económicas, se apela también a la
construcción de subjetividades con el empleo de recursos tomados de las
ciencias sociales, la sicología y la semiótica, entre ellas. De las
formas primarias de la publicidad, dirigidas a la venta de un producto, se ha pasado
a fabricar, a escala planetaria, consumidores para el mercado, todo ello
alentado por una filosofía de la vida que apunta a la evasión, a la
búsqueda del placer a cualquier precio, a la exacerbación del
individualismo, a la crisis de los fundamentos éticos del comportamiento humano
y a la neutralización de todo proyecto transformador de la realidad.
Hipnotizados por los mismos estímulos, constituimos una masa gregaria en la
que, paradójicamente, fracturados los esenciales nexos solidarios, andamos más
solos que nunca.
A contracorriente del poder hegemónico, el proyecto
de emancipación socialista implica una filosofía de la vida y la formación de
un ser humano actuante en la transformación de la realidad. Se sitúa, por
tanto, en el terreno de la cultura. Desde ese punto de vista, el discernimiento
analítico abarca el desmontaje de las contradicciones fundamentales de cada
época y el desarrollo de un pensamiento crítico respecto al proceso de
construcción de una sociedad justa, apuntalada en los valores, que dimana
de un esencial compromiso solidario. Esa vigilante búsqueda de la verdad
alienta en la acción y la obra del Che.
Muchos reclaman la necesidad de una crítica
constructiva. Yo preferiría adscribirme a la modelación de una crítica
participativa, involucrada en la búsqueda de la verdad, enraizada en los
conflictos de la realidad, proyectada hacia un horizonte transformador, atenta
a los obstáculos que se interponen en el camino en el plano tangible de los
hechos objetivos y en lo referente a la zona sutil y soterrada de los valores y
las mentalidades. Considerada así, puede ofrecer señales tempranas de alerta
ante peligros latentes, contribuye al desarrollo de una cultura revolucionaria
atemperada a las exigencias de la contemporaneidad. Despojada de autoritarismo,
con plena conciencia de que todo análisis entraña un margen de error, puede
establecerse un diálogo reflexivo con los variados sectores que integran el
entramado social. Durante algunos años, ejercí la crítica como oficio
circunscrito al ámbito de la creación artístico-literaria. Al escribir,
intentaba imaginar el perfil de mis interlocutores potenciales. En aquellos
días de fundación estaba emergiendo un público espoleado por el deseo de
apropiarse de bienes espirituales, a los que accedían por primera vez. Pensando
en ellos, debía ofrecer claves que viabilizaran una lectura provechosa,
soslayando siempre la tendencia a subestimar la inteligencia y la sensibilidad
latentes en el destinatario. No podía olvidar tampoco al artista auténtico,
comprometido desde lo más profundo de sus entrañas en la realización de su
obra. Con toda modestia, mi testimonio podía contribuir al necesario proceso de
retroalimentación.
En el cincuentenario de su caída, la presencia del
Che alienta entre nosotros con más fuerza que nunca. Mundialmente reconocida,
la estampa del guerrillero se agiganta. Su tarea de constructor mantiene
también plena vitalidad. En ella, el pensar y el hacer fueron inseparables.
Cortó caña y comprobó el funcionamiento de las primeras alzadoras. Convirtió en
práctica institucionalizada el ejercicio de la crítica. Su análisis de la
experiencia socialista acumulada reafirmó su convicción de la necesidad de
transformar, parejamente, a la estructura económica y al hacedor de esos
cambios. Concedió tiempo y espacio al debate teórico. A la vez, hizo de la
crítica un medio permanente para sembrar principios éticos en el vivir
cotidiano, porque la nueva sociedad arrastraba un indeseable rezago del pasado.
Las huellas de esa permanente vigilancia crítica y autocrítica aparecen en su
rico anecdotario, en sus escritos teóricos y aun en el más íntimo
testimonio de su diario.
Ante los desafíos del mundo actual, la crítica
participante define las coordenadas de las fuerzas en conflicto. Con ese
referente indispensable, fija la mirada en nuestro entorno inmediato donde
reconoce los paradigmas y advierte las fisuras que se manifiestan en nuestro
cuerpo social, tanto en las conductas que vulneran principios de legalidad,
como en aquellas lacerantes de las sensibilidades como sucede en el desparpajo
de la vulgaridad y en la ostentación impúdica de bienes de dudoso origen.
Fieles a la construcción de un modelo alternativo, nuestro horizonte abarca, en
última instancia, a los pobres de la tierra, a los pueblos del sur, a los
excluidos de siempre y a la preservación del planeta amenazado. Nuestra
plataforma política propone un proyecto humano inseparable de su fundamento
ético y de la formación de una cultura en la que habrá de crecer un
sujeto crítico, capacitado para rehuir la seducción del facilismo y de asumir
que el porvenir de cada uno está vinculado con el de su comunidad.