Por
Lázaro Benítez Díaz/ Foto: Cortesía Festival Montpellier Danse
“Hace
mucho tiempo que he querido conocerla”. Así le dije a Phia Ménard luego de ver
la obra Contes Immoraux Partie I - Maison Mére en el 38º Festival Montpellier
Danse. Ella es una mujer de dos metros de altura, extremidades largas y de un
carisma peculiar. Sabe construir mundos diferentes, establece la escena como un
espacio poético donde todo, por muy simple que sea, termina convirtiéndose en
puro verso.
Contes
Immoraux Partie I - Maison Mére, me recordó a mi
casa, mi madre, mi familia. Phia Ménard está sentada en el fondo del escenario,
observando al público que entra. Delante, fragmentos de grandes cartones que
conforman una suerte de rompe cabezas. Ella está inmóvil con una chaqueta de color
rojo, una máscara que sólo le marca los ojos de negro, una saya hecha de cámara
de neumático y un par de botas al estilo punk.
Toma un gancho en la mano, separa algunas piezas de ese
gran rompe cabezas y las va tirando a un lado del escenario. Luego, comienza a
construir una casa, doblando puntas, rodeándola en precinta y asegurándole
todas las partes. Se auxilia de cinco varas que sirven de apoyo y soporte de la
casa que va construyendo de 15 metros por 15 metros. Cada vez que coloca una de
las varas, repite la misma acción semejante al ritual de una guerrera amazónica.
El espectador convive con el esfuerzo que realiza la
intérprete/performera para levantar los fragmentos de cartón, mover la casa,
abrirle huecos, romper paredes. Al repetir alguna de estas acciones, vuelve con
mayor cuidado, enfatizando la precisión de los que se quiere lograr, todo el
tiempo se mueve dentro de un aparente desorden. Phía Menard mantiene el mismo
tempo en toda la construcción, una seguridad y confianza que por momentos se ve
en crisis cuando este desorden se puede volver un riesgo para la puesta, eso ayuda
a dimensionar el esfuerzo que realiza para mover la casa y pone al espectador en
total tensión.
Mientras esto sucede está activado dentro de la escena
un sistema que capta los sonidos y luego los reproduce. En esta constante de
captar y reproducir se logran sonidos semejantes al de una bomba, disparos,
derrumbes. Una paradoja entre creación y destrucción que comienza a adquirir
mayor sentido en tanto se desarrolla la obra.
Lo que comienza siendo una casa se transforma en el
Partenón, el edificio más conocido de la Grecia clásica. Según las propias
notas al programa, Phia Ménard se ha movido entre Kassel/Atenas/Paris un
triángulo creativo que conecta con la idea de espacio y la utilización de casa
como hogar, lugar de donde se es. Ella no se siente una emigrante, más bien una
mujer que habita espacios.
Construir es hacer algo suyo, dota de vida a los
cartones que vimos al principio, crea un lugar filial que luego desaparece con
lluvia. Un aguacero que cae sobre el Partenón de 15x15, mientras ella ve como
se destruye sentada, inmóvil. ¿Será que nada nos pertenece? ¿Será que no
estamos a salvo? Contes Immoraux Partie I - Maison Mére nos habla de lo efímero
de la vida, de las luchas, de la resistencia, del dolor de perder algo que se
construye. Un gesto tan simple como la lluvia es capaz de borrar o limpiar toda
una historia.
En esta pieza no solo se deja el alma, también las
fuerzas. Phia Ménard nos regala un trozo de esperanza. Una historia construida
desde la destrucción por una mujer con imagen de súper heroína punk. La arquitectura
espacial está lista para ser derrumbada ante los ojos del espectador sin ningún
esfuerzo. Es la reflexión de nuestras vidas, de nuestras acciones. Gracias Phia
Ménard por llevarme a mi casa, a mi familia, a mi hogar.
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