Por Làzaro Benítez
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En la imagen: Lukas Avendaño |
Una vez llegados a este
punto, donde no pocos han sido afectados por las múltiples
extensiones del COVID 19, y a propósito de mi interés por
documentar, exponer-me dentro del contexto particular en el que vivo,
quisiera compartir esta reflexión surgida en tiempos de pandemia. ¿Podríamos hablar de la danza en estos tiempos? ¿Cuáles son los
dispositivos coreográficos que se han generado en medio de esta
crisis? ¿Cuál es la danza que generan los tiempos de epidemia?
A todas aquellas
personas, con un poco de acceso al cibermundo, no le son ajenas las
diversas alternativas creadas por diferentes artistas en medio de
esta crisis: conciertos, cursos de danza, cursos de historia,
funciones de teatro para niños, cursos de diferentes modalidades
para adultos. Tampoco les debe resultar ajena la apertura de los
fondos bibliográficos, registros audiovisuales, de las instituciones
culturales: todo de forma gratuita. Seas o no parte de su membresía,
puedes acceder a este amplio espacio de archivos, que hasta este
momento estuvieron a disposiciòn de una minoría. Ahora el acceso
es masivo y sobre todo gratuito. Pero ¿quiénes son las personas que
acceden a estos espacios? ¿Cuáles son las estrategias de comunicación
que han generado tanto artistas como instituciones de la danza?
La situación sanitaria
ha llevado a un punto climático el sentido de la palabra propiedad. ¿Qué nos pertenece? ¿Cuál es el valor que se le confiere en estas
circunstancias? Diría que vivimos un reposo turbulento, un
confinamiento obligado para reflexionar acerca de las causas que nos
han provocado estar al límite de nuestra existencia. En esta suerte
de aislamiento social el internet ha reforzado su valor, en tanto
plataforma de interacción cibersocial.
En mi caso, por ser
asmático crónico, pertenezco al grupo de riesgo al Coronavirus, por
lo que me confiné, antes de que el Gobierno de Enmanuel Macron decretara la situación de encierro de forma oficial. “Encierro
necesario” como única forma de evitar la propagación del virus.
Esta situación llega cuando no me encuentro en mi "Patria", por lo que
también me ha permitido reflexionar acerca de la realidad que se
vive, cuando el país donde te encuentras no es tu país, cuando no
cuentas con una economía propia y cuando los conocimientos del otro
idioma te permiten comunicarte, pero no a la profundidad que podrías
hacerlo en tu lengua materna. Por lo que soy, por múltiples causas, un sujeto en riesgo, vulnerado por el sistema y por el virus.
Comenzamos el
recorridoi
La cifra de muertos producidas por el COVID 19 aún no supera el número de personas
que mueren anualmente por enfermedades respiratorias o por
enfermedades cardiovasculares ,y mucho menos, los millones de
personas que murieron por la epidemia del SIDA. Sin embargo, este
virus ha puesto al mundo en jaque, porque lo que parecía ser un
“virus de los chinosii”
se ha convertido en un virus de todos y todas. Cuàles son las causas
que generan tanta alarma? Es el sentido de desidentificaciòn de
raza, sexo, edad, credo, clase social que porta el virus, donde nadie
se salva de ser contagiado.
En algunos casos ha
puesto en crisis la creencia y la fe común, tal como dice Giorgio
Agamben: “uno diría que los hombres ya no creen en nada, excepto
en la desnuda existencia de la biología que debe salvarse a toda
costa” iii.
La única creencia, que asoma, se deposita en el trabajo de los
viròlogos y en el personal de salud, los únicos con la capacidad de
salvarnos. Por ellos, todas las noches, ovaciones de aplausos se
realizan por todo el mundo.
El rápido
desplazamiento del virus, de un continente a otro, nos ha permitido
observar las trazas históricas del colonialismo, el acceso desigual
de las economías para solventar la crisis, nos ha puesto frente a
frente con las instituciones culturales y sus malabares para que no
se desplome su poder, ha generado nuevas formas de sociedad y de
convivio, y nos ha reducido el mundo al espacio de la casa, el
cuarto, la cocina, la terraza. Si desde el Medioevo el encierro era
una forma de castigo, hoy se vuelve la única forma de salvación.
También ha mostrado la cara de algunos políticos, desmantelando
sus discursos. Ha puesto a un lado de la balanza el valor de las
vidas humanas y al otro el valor de la economía. Se convirtió en el
tema principal, todo gira alrededor del virus, por lo que las
guerras, las violaciones a los derechos humanos, los robos, el
hambre, las desapariciones forzadas, los feminicidios, las amenazas
de intervención militar, la escasez de recursos naturales
encontraron el momento conveniente para desaparecer de las agendas
políticas y de las cadenas de prensa.
De esta epidemia ningún
sistema político ni económico saldrá ileso, aunque unos lo
sentirán más que otros, porque las realidades de nuestros pueblos
no son ni han sido las mismas. En Europa muchas de las medidas
aplicadas se respaldan en una economía histórica, lograda luego de
muchos años de explotación, saqueo y dominación. Por otra parte,
Estados Unidos, paìs que cuenta con un amplio fondo económico, logrado
por años de dominación y el saqueo, se está convirtiendo en el
nuevo epicentro de la epidemia. Pone ante el número de vidas, el
número de dólares que perderá la
economía nacional.
Se ha promovido el
trabajo a distancia para evitar el desplazamiento de personas, y asì
construir las barreras que evitan el contagio. Sin embargo, esta
política permite un número reducido de beneficiados - no olvidemos
que en Asia y América se ubica la mayor cantidad de mano de obra,
que sustenta las producciones de las empresas transnacionales-. En
nuestros pueblos de América Latina se encuentran miles de personas
que no pueden recurrir al trabajo a distancia porque sus formas de
sustento requieren otras formas de relación: los campesinos y
campesinas; los obreros y obreras; las y los trabajadores sexuales; y
las personas que venden productos en las calles. Los que pueden
permanecer en sus casas tratan de exportar a este espacio, toda una
rutina de vida y en este contexto el internet ha adquirido mayor
valor. Según el filósofo Paul B. Preciado “hoy pasamos de una
sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica
a una sociedad digital”iv.
El Coronavirus nos
propone reconstruir los discursos importados, esos que provienen de
otras realidades poco parecidas a las nuestras. Despojarlos de toda
lentejuela, y
asì
tocar con nuestras manos, hablar con nuestras lenguas, como una
suerte de crítica al pensamiento Euro-Occidentalv.
Este fenómeno permite la visibilidad de otras voces, removiendo los
cimientos de los cerrados círculos de pensamiento y sus múltiples
dispositivos de legitimidad. Una de las voces de Latinoamérica, que
expone un discurso non hegemónico, es la activista y feminista
boliviana María Galindo, quien califica a este virus como una forma
de dictadura mundial multigubernamental, policíaca y militar. “El
Coronavirus es miedo al contagio, es orden de confinamiento, es orden
de distancia por imposibles que sean. Es código de clasificación de
las llamadas actividades imprescindibles, lo único permitido es
trabajar, teletrabajar como signo de que estamos vivos”vi.
A esto, le agregaría el acto de salir para comprar alimentos, que en
estos tiempos remarca su valor de subsistencia.
No son tiempos de
danzas macabras
Una
vez presentada esta cartografía tan diversa como compleja, retomo
las interrogantes que expuse al inicio de esta reflexión. ¿Podríamos
hablar de la danza en estos tiempos? ¿Cuáles son los dispositivos
coreográficos que se han generado en medio de esta crisis? ¿Cuál es
la danza que generan los tiempos de epidemia? Si los teléfonos
inteligentes desarrollaron un nuevo sistema de acceso a la
fotografía, el internet ha transformado el ecosistema de la danza.
Ha construido un antes y un ahora.
En
este amplio campo que es el internet, se encuentran las redes
sociales. A través de estas accedemos a un tipo de información que cumple con las políticas específicas que requieren esas
plataformas. Una información que llegue a las redes sociales tiene
mayores probabilidades de ser vista por muchas más personas, por el
propio manejo y tráfico de contenidos que se produce. Tanto una
foto, un texto, como un video pueden volverse virales en segundos.
Cuando
estallaron los mensajes de apoyo en medio del confinamiento, a través
del arte o producidos por artistas, una amiga me dijo: todas estas
iniciativas tienen un gran valor humanitario y de solidaridad. En
efecto, cada alternativa era una forma de resistir ante el vacío de
esperanzas que generó el virus. Estas iniciativas me permitieron
descubrir a varios artistas, hasta entonces desconocidos para mì.
Artistas que no responden a las estructuras de poder
institucionalizadas en la danza ni pertenecen a las voces
jerarquizadas y legitimadas en la danza. Comencé a experimentar una
relación diferente con esas producciones y al mismo tiempo, estas
comenzaron a generarme ciertos cuestionamientos.
Por
un lado, apareció un panorama de creadores hasta este punto
invisibilizados. Por otro, mostró las estrategias que generan las
instituciones de poder como el Centro Nacional de la Danza de Paris,
la Òpera de Paris, el Festival Montpellier Danse, la Fundation Pina
Baush, Museo de Louvre, para hacerse visibles dentro de este
contexto. O sea, tenemos acceso a clases impartidas por bailarines
estrella como por amateurs; coreografías interpretadas o creadas
por una amplia gama de artistas; y la liberación de archivos, obras,
documentos, que hasta este momento eran de acceso restringido. Esta
amplia visibilidad se ha generado gracias a la función que están
teniendo las redes sociales en nuestras vidas. ¿Pero, qué hay detrás
del gesto de publicar sus obras en las redes? ¿Por qué las
instituciones culturales han abierto sus archivos de manera gratuita
a los ciberusuarios? ¿Cuál es el poder de los espacios
arquitectónicos en estos tiempos? ¿Qué sucede con la industria del
arte y su mercado en tiempos de epidemia? ¿Qué va a pasar cuando
termine la crisis?
Estas
interrogantes pueden ser respondidas a partir del prisma foucauliano
donde se debaten los diferentes rostros del poder. El poder de la
institución de adaptar su sistema de relación con el público a los
tiempos que se viven, para mantener su poder. El poder que generan
las redes sociales al permitir múltiples interacciones. El poder de
un individuo de subir a la red su video danzando, sin que exista una
institución que legitime esta práctica. El poder de entrar a un
espacio no jerarquizado, por tanto diverso. El poder de resistirse a
la invisibilidad. El poder de hacerse presente en el ciberespacio. El
poder que emana de un contexto que pone en crisis los poderes
tradicionales.
¿En
qué momento estas acciones dejan de ser “humanitarias y
solidarias”? Cuàndo una acción que surgió de forma espontánea se
comienza a institucionalizar y a reproducirse bajo los mismos
esquemas. Cuàndo las instituciones se apropian de estas acciones para
transformar sus formas de mercado y en este intento hacer prevalecer
su poder.
Las
redes sociales (Facebook, Instagram, Linkel, Twitter, etc.), sean
profesionales o genéricas, poseen sus políticas de uso y sus
finalidades. Antes del estallido del COVID 19, habían mostrado su
fuerza como constructores de criterios masivos y manejo de
información, volviéndose espacios de control y dominación, donde
los usuarios colocan un grupo de información a la que millones de
personas tendrán acceso. Se convirtieron en los nuevos espacios de
legitimación y verdad. Apareció la figura del influencer y el poder
que le confiere la multitud de cibernautas. Por ello, estos fenómenos
no pueden estar desprovistos de una mirada crítica a esa
macropolìtica de la información o farmacopornografìavii.
En efecto, el estar confinados ha cambiado todo el entorno que había
existido, y mientas más se extiende el período de confinamiento los
individuos experimentan nuevas necesidades y transforman otras.
El
fenómeno de una emisión en vivo que se produce en Facebook o
Instagram, es totalmente diferente a la que se produce en Zoom o
Messenger. En estos dos últimos el acceso se limita y se controla.
Son un espacio íntimo. Por lo que esta crisis ha vuelto a cuestionar
los lìmites de los espacios de lo privado y lo público, y sus
concesiones. No contiene
la misma significación, ni sentido político, realizar un video para
este grupo determinado de personas, que la significación que genera
hacer una directa o colgar la información directamente en el muro.
Tanto, en una video llamada colectiva en Zoom como en Messenger, lo
que se produce al interior de este espacio está permeado por lo
confidencial, porque el sentido de visibilidad sustenta
sus
limitaciones objetivas. Por lo tanto, lo que se produzca en ese
instante y para ese grupo de personas contiene el espíritu efímero
de la experiencia. Cuando pasa esta frontera, es porque hay una
necesidad de permanecer, de sentir los privilegios de la visibilidad
y el estatus que eso genera ante los otros. Modificando de esta
manera, la finalidad idealista de la acción y revelando ese sustrato
de fondo que tiene.
Y en medio de esto también se encuentra la institución que no desea
perder su legitimidad, por lo que utiliza todo su poder para
visibilizarse, liberando de esta forma todo un arsenal de información
que le pertenecía, al cual tenían acceso una minoría. De esta
forma, te hacen creer que te están brindando una información de
forma gratuita, sin embargo te están intentando vender su poder.
Entonces, accedemos a esa información, la compartimos porque esta
información porta un valor, así sucesivamente se va transmitiendo
ese valor y la institución adquiere mayor visibilidad, que es lo que
realmente le interesa: hacerse visible en el nuevo contexto.
Disfrazan su interés con los vestuarios de humanidad y solidaridad.
Discursos opacos
Otro
de los fenómenos que se evidencia, con mayor sistematicidad, es el
poder del discurso y còmo este se reproduce sin una reflexión
crítica, impulsado en gran medida por lo intempestivo de estos
momentos. Las llamadas “iniciativas artísticas” no son ni tan
nuevas ni tan iniciadas como nos han hecho creer. Youtube posee un
amplio archivo donde podemos ver desde clases hasta espectáculos, o
sea, lo mismo que están produciendo las llamadas “iniciativas
artìsticas”. Sin embargo ¿qué es lo que cambia en estos
dispositivos? En principio ha sido su
impacto en
las redes sociales, en un momento donde hay millones de personas
conectadas a estas. También el estar en una situaciòn de
confinamiento ha producido, una forma de presión cibersocial que nos
obliga a generar materiales para hacernos visibles, como una
respuesta a esa presión, que nos hace creer que debemos ser parte de
algo. Muchas personas quieren hacer visible su experiencia corporal
en tiempos de Coronovirus. Muchos aplauden estas “iniciativas
creativas” como sucesos nacidos de la crisis, sin embargo, es la
crisis lo que ha vuelto a estas iniciativas un suceso. Lo que comenzó
siendo una clase aislada, para motivar a los seguidores, para cambiar
la rutina de los confinados y confinadas, se ha convertido en un
sistema de entrenamiento semanal. Lo que pudo ser una micro-obra improvisada se ha convertido en el acceso a archivos de obras
completas. Entonces ¿cómo bailar frente a las fantasías hegemónicas
de la contemporaneidad? Lo cierto es que este confinamiento nos ha
permitido dialogar con formas de la danza no globalizadas, ni
jerarquizadas. Una danza que transforma los dispositivos escénicos
habituales porque las condiciones de espacio y de vida no son las
mismas, porque esta danza es sostenida por un contexto social que la
hace significativa. Por ello, vuelvo a la idea de Paul B. Preciado al
decir: “Es necesario pasar de una mutación forzada a una mutación
deliberada”viii
volviendo a generar prácticas que escapen al instinto de la
institucionalización, que pongan en crisis las estructuras de poder,
que nos hagan pensar en el valor que produce convivir en medio de
esta incertidumbre. “Debemos reapropiarnos críticamente de las
técnicas de biopolíticas y de sus dispositivos
farmacopornográfico”ix
porque detrás se esconde todo un aparato de dominación y
enajenación, al cual la danza en ocasiones no escapa.
Agradezco
al dramaturgo Ricardo Sarmiento las lecturas y los debates suscitado
a propósito de este texto.
Notas:
El tìtulo del texto pertenece a un fragmento de la obra No soy persona, soy mariposa del performer mexicano Lukas Avendaño.i Este recorrido se produce a partir de la lectura de la compilaciòn Sopa de Wuhan y el artìculo El convivio en tiempos de pandemia (se puede ver referencias en http://cubaescena.cult.cu/convivio-tiempos-pandemia/ )
ii Clasificación utilizada por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump en múltiples de sus declaraciones.
iii Giorgio Agamben, Riflessioni sulla pestehttps://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-riflessioni-sulla-peste
iv Paul B. Preciado, Aprendiendo del virus https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
v Defiendo la idea que cuando nos referimos a pensamiento Occidental, nos referimos al pensamiento que se ha producido en Estados Unidos y Europa. En el caso de Europa, con mayor precisión, se refiere al pensamiento producido en Alemania, Francia, Italia, España y el Reino Unido.
vi Marìa Galindo, Sopa de Wuhan. Editorial ASPO (Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio). Marzo 2020
vii Término utilizado por Paul B. Preciado
viii Paul B. Preciado, Aprendiendo del virus https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
ix Idem.
Puede contactar al autor a través de: memoriafragmentada@gmail.com
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