![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZ9q1SXRL_J9a2faoSeHsQwfGA-AaWfjs4N3xt38IUNQHVt3vLyEgHUsRLnVldkRnrnkEXOsx8LrtDK95yx8dhloFeR-4q2UKEw9FlcCdQ4HRg1Q1Ev_Qfo0HWuHQp2_8EsWpwHrN9Wxo/s320/91570348_1095224764176615_4050977939150340096_o.jpg)
Quizás paralizándonos sin saber qué hacer en primera instancia, pero a causa de la tecnología, ahora podemos reunirnos de forma masiva para plantearnos la comunidad danzaria, discutir sobre las problemáticas pendientes y pensar posibles estrategias. Al menos en Chile, el estallido social de octubre del 2019 generó la inquietud de juntarnos a reflexionar el oficio mediante asambleas, y el confinamiento, lo impulsó con mayor fuerza a partir de la conectividad virtual al organizar encuentros de diálogo, clases de danza, incluso transmisión de obras, entre otros.
Aun así, se torna difícil sostener un financiamiento que ya era débil, por otro lado, obligarnos a ser sujetos individuales sin la presencia física de los cuerpos que eran parte de nuestro entorno y de quienes depende la danza misma, tales como los agentes culturales, espectadores, docentes, teóricos, y en prioridad, los bailarines.
Creo que la invitación es ramificar una red colaborativa, encontrar el refugio interno danzando para sí mismos, o si es posible, junto a otros por medio de una pantalla. Así también, cuestionando la contingencia desde el cuerpo danzante, situándome en la realidad chilena, es un cuerpo atravesado por el miedo desde el año pasado ante la violencia estatal y que suma la amenaza del virus actual, sin embargo, ha sido un miedo rabioso que nos moviliza.
Comentarios
Publicar un comentario