Por
Marianela Boáni
Los
maestros están hechos para ser asimilados y negados pero con Ramiro
es imposible. Ramiro es de esos maestros tan enormes que son
imposibles de negar. Él había abarcado un espectro estilístico tan
amplio con su obra, que su resonancia con la vanguardia mundial,
cercenada en el quinquenio gris, contenía ya la vanguardia que toda
una generación encontraría en el futuro.
Dedico
estas palabras a Ramiro Guerra, padre de la danza contemporánea
cubana, en el primer aniversario de su muerte
Ramiro,
como buen padre, estaba ahí antes de mi nacimiento como coreógrafa.
Estaba ahí su ADN de artista culto, intelectual, arriesgado,
experimentador y con una propuesta precisa acerca de la danza y la
cubanía. Cada obra suya que vi de niña me impresionó enormemente;
Impromptu galante, Medea y los negreros, Orfeo antillano, Suite
yoruba y Decálogo del apocalipsis.
Su
libro "Apreciación de la danza" fue mi biblia cuando ya en
la escuela comencé a hacer mis primeras coreografías.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXXd_GyPJPlFKYpzR8Gvi7JgXYvKBX6s-dSdTEUBBWyrwWdbS314_518ItK7O9In2NlAMKYvHM6VmHOSj5yRA4NT56xSLFmz5SxTDfZ62ifQrHJuL4VUhz40PXuQLIbWlPNQjI5glM6pI/s320/18620628_1526835520660495_1132815673239078569_o.jpg)
Me
duelen todas las obras de él que no pudimos ver cuando fue
bruscamente alejado de la posibilidad de seguir creando en pleno
esplendor de su brillante carrera. No imagino un castigo más cruel
para un creador. Y ¿qué hizo Ramiro; encerrarse a llorar? ¡No! Se
fue a escribir los libros que quería legarnos y a escribir de
nosotros, los que lo heredamos, los que ocupamos su lugar. Con una
gran entereza se dedicó a seguir con admiración y responsabilidad
de padre todas nuestras obras. Ramiro fue ante todo un gran ser
humano.
Cuando
llegué a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, en aquel
tiempo Danza Nacional de Cuba, él era el gran ausente. Había un
aire de duelo en el salón de ensayos.
Toda
la generación formada por él y convertida por él en verdaderos
diamantes, como Gerardo Lastra, Isidro Rolando, Ernestina Quintana,
Silvia Bernabéu, Eduardo Rivero, Arnaldo Patterson, Perla Rodriguez
y otros, hablaban siempre de Ramiro, nos contaban anécdotas, nos
ponían ejemplos, lo citaban. Era un mito viviente, y su presencia
ausente se sentía con todo el peso en el tabloncillo y el sudor.
Cuando
llegué a esa Compañía, sentí también en las coreografías que
bailaba, aunque muy buenas, la ausencia de elementos fundamentales
que había visto en las coreografías de Ramiro. Su cultura
universal, su intelectualidad, su brillante inclusión de la cubanía
en sus obras, y en resumen su genialidad y su complejidad, no estaban
presentes con la misma fuerza en el repertorio que debía bailar.
Simplemente él no estaba. El gran ausente.
Mi
obra coreográfica comienza en parte motivada por la búsqueda de ese
padre, y para llenar esa ausencia. La que considero mi primera obra
de gran formato que fue “Mariana" en 1980, está claramente
inspirada en la manera de hacer de Ramiro. A él le gustó la obra y
me lo hizo saber, creo que se dio cuenta, no sé, pero me mandó un
mensaje diciendo que era una obra “recia”, no olvido la palabra.
Me marcó el camino.
Pero
tambien marcó mi camino cuando creé DanzAbierta y empecé a romper
tardíamente con lo que él ya había roto en los años setentas.
Me
di cuenta entonces de que cuando se reprime a Ramiro, habíamos
sufrido como generación la misma represión que él había sufrido
al ser castigado por su Decálogo del Apocalipsis. El mensaje para
todos fue: "vanguardia no, locuras no, no experimentes, no
transgredas". Es por eso que cuando en los tardíos ochentas,
DanzAbierta, Ballet Teatro, Así somos, Retazos, Danza Combinatoria y
otros, comenzamos a recuperar la idea de vanguardia, también comenzó
una fiesta para Ramiro.
¡Qué
manera de disfrutar lo que hacíamos!. No puedo dejar de emocionarme
al pensar que el padre tuvo la capacidad de volverse un niño
sorprendido al ver nuestros trabajos, disfrutarlos y dedicarle horas
escribiendo de ellos.
Tengo
el honor de decir que no se perdió jamás un estreno mío y que tuve
siempre su opinión buena, mala o regular de mis obras; y que cada
vez que fui a Cuba con mis obras y compañías de otras latitudes,
ahí estaba él siempre dándome su opinión y escribiendo.
La
última vez que lo vi yo estaba en el escenario saludando junto a los
bailarines al final de la presentación de Defilló en la Sala
Covarrubias en La Habana y sentí un ¡Bravo! que viajaba por encima
de todos los otros. Era Ramiro, en primera fila, de pie, apoyado en
su bastón, gritando. A esta alturas de mi carrera, sentir su voz
verdaderamente emocionado desde la platea, ha sido el más importante
y hermoso regalo de mi vida.
Gracias
Ramiro por ser todo para mí y para la danza cubana. Nos diste la
vida, y tu ADN esta para siempre en nosotros y nuestra danza.
Lloro
tu muerte nuevamente. Pareciera que esta vez sí es de verdad, pero
no.
Estarás
siempre presente, vivo, cuando soñemos nuestra próxima obra.
i Marianela
Boán.
Soy
cubana, nacida en Guatemala. He vivido en Cuba, Estados Unidos,
México, República Dominicana y Argelia, donde mi padre
periodista murió cubriendo el viaje del Che Guevara a África.
Puede leer màs sobre la autora en: https://www.marianelaboan.site/manifiesto-boan
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